Bona tarda,
Buenas tardes,
Aunque me leeréis a cualquier hora, jajajaja. Bueno, os digo que ahora van a dar las 17h, en Barcelona.
He empezado a escribir sin saber bien, bien, de que escribir. Escribir es chuli, a mi me gusta. Me gusta comunicar. Tambien me gusta leer, mucho, pienso que es una de mis actividades preferidas. Y no digo leer sólo literatura, libros, leer, me gusta leer hasta lo más insignificante. Y algo que me gustaría mucho, creo, es participar en tertulias, en conversaciones con no muchas personas, con unas poquitas, sobre temas que nos conciernen. Soy muy mal habladora, digamos que el diálogo no es lo mío, o muy poquitas veces lo ha sido. Tengo aprendido que pienso muy diferente al común mortal, y eso hace que pierda seguridad al comunicarme oralmente. Seguramente, por eso escriba. En el Café del Teatro de las Ramblas, me contaron que hacían tertulias. Primero alguien expone un tema, y luego se dialoga sobre ese. Puede que el curso que viene me anime.
Sigo sin tener claro que contaros, pero me ronda la muerte como tema. Morir tras vivir.
La muerte me hace pensar en Miriam, Erlinda, Silvia, Conrado, personas que estuvieron y que de un día para otro dejaron de estar. Estas fueron muertes prematuras, por lo que más raras todavía.
En la Tierra estamos en Carne y Hueso, más allá de la Tierra en Espíritu. Nuestros cuerpos o se donan a la medicina, o se incineran, o se entierran, antes un velatorio y una ceremonia, esto último necesario para los que quedan, el muerto ya esta disposición, muerto-cuerpo, cuerpo-muerto, ¿y el espíritu?
El Espíritu puede ser todo lo que imaginemos, pues todo lo que no es tangible es ciencia ficción. Puede ser un conjunto de memoria instaurada en las personas que siguen vivas, puede ser un Dios divino, puede ser... En Espíritu podemos ser lo que queramos, si nos vamos en paz, pues solo las mentes tranquilas pueden, tienen la lucidez de pedir como trascender tras la vida en la Tierra. Esto lo digo yo, así que si sirve, cogerlo, y si no, pasar olímpicamente. Conste que yo tengo un brazo que escribe lo que la cabeza le dicta, y es del todo un misterio de donde me salen estas ideas. Reconozco que me gusta, me alucina observar a mi mano teclear lo que mi cabeza le dicta. Mi cabeza son millones de cajones donde se guardan particularidades de mis ancestros, imaginaros una cómoda.
Ahora, a mi derecha, pajaritos bebiendo del cuenco de agua que le lleno todas las mañanas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario